MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera
En el inicio de la primera parte de esta entrega que dividí en dos para no agobiar la benevolencia de mis consecuentes lectores, y con la premisa de una condicionante, (si en mis manos…), afirmé con énfasis categórico que ante la indiferencia cierta de las autoridades, yo resuelvo la problemática ambiental del país.
Ahora bien, ese “si” condicional no es retórica temeraria ni nada que se le parezca; no es uno más de los incontables repentismos cantinflescos, insolentes y demagógicos con que acostumbran a manejarse los disque sabelotodo del peledeísmo necio y reaccionario.
Nada igual ni semejante a la presuntuosa declaración de un tal Temístocles Montás. Ese sujeto de infausta recordación, que con el calculado propósito de agenciarse preeminencia a los ojos del ya deteriorado Juan Bosch y creyendo que iba a sorprender a Joaquín Balaguer (dígame usted), se atrevió a decir que si lo nombraban en la entonces Corporación Dominicana de Electricidad, (CDE), él acababa con los apagones.
Sin embargo, el tiempo, inexorable, pero justo y manso frente a la irreductible majestad de la dialéctica, no deja de transcurrir. Los segundos, los minutos, las horas, los días, las semanas, los meses y los años, no han detenido su curso; y ese “baboso”, como decimos los romanenses, no le ha dicho nada a la Nación sobre el tema.
Sería interesante saber quién diablos puede explicar, por qué ese Pinocho recurrente siendo secretario o ministro Técnico de la Presidencia (qué sé yo) con las prerrogativas que confiere el cargo, el problema de la falta de energía eléctrica, ni siquiera sigue igual sino peor, y sin pródromos de mejoría.
A decir verdad, pienso que es un exceso de mi parte eso de que “aunque hipoteque mi vida” que aparece en el título; por cuanto el asunto no es para tanto, pues a pesar de que son necesarias algunas voluntades, agraciadamente, no hace falta la casi siempre imposible, por medalaganaria, voluntad política.
En este país las voluntades que se necesitan son:
La moral, la cívica, la ecológico-ambiental y la otra, la imprescindible: la cristiana. La misma que nos dejó a título de enseñanza el rabino de Galilea cuando expulsó a latigazos a los mercaderes del Templo.
Es con esa voluntad que hay que darle término definitivo al crimen que se comete con la deforestación, y por vía de consecuencia a la mortalidad de nuestra fauna y de nuestros hijos y nietos y…
Sin ser tremendista, se me ocurre que de ser preciso, no sería ocioso pensar en apelar a la aplicación de los códigos personales de Osorio y Candelier…